Una de las historias de supervivencia más increíbles de las que se tiene constancia, tuvo lugar en la mina Bessy Gee, en las montañas de La Playa, en Colorado. El 17 de noviembre de 1985. Lester Morlang (quien nos relata la historia), estaba trabajando febrilmente para construir un cobertizo junto con su mejor amigo, socio y mentor, Jack Ridder.
“Sabíamos que se acercaba una tormenta y teníamos que colocar esos maderos antes de que llegara. Nuestro único propósito era mantener abierto el portal Este para ventilar el interior”.
Debido al crudo invierno, en Bessy Gee solo se trabajaba durante tres meses al año, pero Jack Ridder, que sabia mas sobre la extracción del oro que cualquier otro minero de la región, se había ingeniado un sistema para operar en ella durante todo el año. Sin embargo aquel fue el peor invierno que Jack había vivido en más de una década. Había caído ya mas de medio metro de nieve, y los dos hombres libraban una frenética carrera contra el tiempo, Lester se hallaba al volante de una excavadora, mientras Jack colocaba unos troncos en la pala cuando de pronto, todo se vio blanco.
“Cuando empezó a bajar la nieve, salí de la cabina. Apenas tarde unos segundos en verme arrastrado por el alud, como es lógico me puse las manos delante del rostro sin saber lo que estaba pasando, pero durante los primeros momentos toda mi vida paso por mi mente en un instante, vi cosas que normalmente nunca recuerdo, vi la graduación de mi hijo en la universidad y estaba seguro de que iba a morir allí mismo”.
Aunque la nieve se había amontonado a su alrededor, la odisea de Lester Morlang solo acabada de comenzar.
“Cuando recobre el conocimiento tenia las manos en la cara y estaba cubierto por la nieve, una de las primeras cosas que hice fue quitarme la nieve del rostro porque necesitaba respirar y cuando abría la boca solo entraba un puñado de nieve, entonces llame a gritos a Jack. Lloraba y gritaba, estaba desesperado y no sabia que hacer, pero intente hacer frente a la situación”.
Jack ya estaba muerto y, además, el motor diesel de la excavadora enterrada a unos metros de Lester estaba emitiendo gases tóxicos bajo la nieve.
“Podía notar las vibraciones en la nieve y oía el motor perfectamente, procure alejarme de el porque sabia que debía a haber una gran bolsa de gas; de haberme dirijo hacia la excavadora hubiese significado el fin”.
Lester sabía hacia donde no debía cavar pero, ¿por donde se iba hacia arriba?.
“Cuando me quite la nieve de la cara, vi que estaba echado sobre mi costado, note como las gotas de humedad que tenia en la boca me bajaban pasando por el ángulo externo del ojo, por tanto sabia que estaba tumbado de lado con la cabeza abajo, así que tenia que darme la vuelta para poder ir hacia arriba”.
Lo que Lester no podía saber era que tendría que cavar a lo largo de casi diez metros de nieve. La lucha contra el frió, la claustrofobia y un pánico atroz le puso enfermo.
“Varias veces tuve náuseas y vomite, mas o menos cada media hora me venían convulsiones. Al principio no tenía sed, pero mi boca se estaba secando así que recogía un poco de nieve, me la ponía en la boca para humedecerme los labios y luego la escupía. Cada hora, cada minuto, cada segundo me pasaban cosas por la cabeza que me invitaban a perder el control. Yo pensaba en mi familia, en como iban a arréglaselas sin mi y, en un par de ocasiones, tuve la sensación de que mi mujer estaba allí conmigo, porque podía oler su perfume, lo olía tan claro, se que estaba allí, podía olerlo y eso era bueno porque saber que alguien estaba pensando en mi me daba fuerzas”.
La noticia de la desaparición de los mineros no tardo en llegar hasta el Sheriff Bill Gardner, quien dijo en una entrevista: “cuando nos enteramos supe que teníamos un problema muy serio, no tengo palabras para describir mi reacción, el corazón me dio un vuelco, el estomago se revolvió y un escalofrió me recorrió toda la espalda porque sabia a lo que tendríamos que enfrentarnos. Era una tormenta extremadamente intensa, la ventisca acumulaba cada hora al menos 5 centímetros de nieve, sabíamos que había vientos superiores a los 80 km/h. y sabíamos que el lugar estaba totalmente aislado, que el único modo de acceder al lugar era por aire o a través de un desfiladero muy proclive a los aludes”.
Llamaron al experto en seguridad sobre aludes, Chris George, para que bombardeara la zona, evitando el riesgo de aludes incontrolados que pudieran poner en peligro a los equipos de rescate. “La carretera que sube por el cañón de la plata hasta Bessy Gee era ya de por si un ligar muy peligroso, el hecho de provocar un alud no significa que el resto del trayecto sea seguro. Sabes que alguien mas va a quedarse atrapado en algún sitio, envías a otras 40 personas y sabes que no pasaran por lugares seguros, pero no hay otra alternativa” explica George.
Después de cavar durante casi 22 horas, finalmente Lester estaba a las puertas de la libertad.
“Empecé a ver un poco de luz, y me di cuenta de que tal vez estaba a medio metro de la superficie, como es lógico entonces me empezó a subir la adrenalina y comencé a cavar y a dar golpes saltando de alegría, recuerdo que salí gritando ¡Gracias Dios mió lo conseguí, es increíble lo conseguí, lo conseguí!. Fue entonces al encontrarme bajo una fuerte ventisca cuando empecé a tener frió”.
Amargamente desilusionado al no divisar ningún tipo de ayuda, Lester se vio obligado a regresar a su túnel de nieve en busca de calor, intento acomodarse para pasar allí la noche.
“Me dormí y soñé que me despertaba de pronto en la cama, y que todo había sido una pesadilla, pero lo mas terrible fue cuando me desperté de verdad, y me di cuenta de que aun estaba en la cueva”.
Y entonces se produjo otro alud, enterrando a Lester por segunda vez.
“Cuando oí ese crujido y sentí como todo se deslizaba, pensé que me iba a aplastar como a un gusano dentro de mi hoyo, pero afortunadamente me paso por encima. Se hizo de día y sabía que tenía que empezar a cavar cuanto antes para volver a salir. Eran las seis de la mañana cuando empecé a cavar, por suerte apenas había un metro de nieve encima de mí. Salí y mire a mi alrededor, solo podía ir en una dirección, hacia abajo”.
“Finalmente, a media mañana los viento amainaron y enviamos a Chris George para que hiciera el primer reconocimiento aéreo del lugar del accidente”, recuerda Bill Gardner. “Sobrevolamos el portal (de la mina) en busca de pistas, no había forma de saber donde estaba el portal, solo se veía un ángulo suave formado por la nieve” relata Chris.
No tenían ni la más remota idea de que Lester había salido con vida y estaba al pie de la montaña.
“Nunca olvidare aquel helicóptero volando aproximadamente a la misma altura en la que yo me encontraba, pude ver incluso el interior de la cabina y buscaban por donde se había producido el alud, desde luego no esperaban encontrarme donde estaba y entonces me puse furioso, pasaron volando por encima de mi, pude sentir las turbulencias de las hélices de lo cerca que pasaron. Una media hora después oí un trueno o al menos eso me pareció, entonces me di cuenta de que estaban bombardeando la ladera para no poner en peligro a los equipos de rescate; tenia que salir rápido de allí, decidí ir un poco hacia arriba y me refugie detrás de un árbol, durante mas de 15 minutos oí como rugía toda esa nieve, el ruido era mas fuerte que el trueno mas espantoso que jamás haya oído”.
Si los dos primeros no pudieron con él, sin duda, el tercer alud tampoco podría. Lester se encontraba cerca de un acantilado cuando oyó a aun helicóptero sobrevolando la zona, esta vez el piloto lo vio. Fue trasladado al centro medico Mercy en 10 minutos, donde le trataron de hipotermia grave, quisieron amputarle varios dedos pero Lester se resistió; con terapia física y fuerza de voluntad logro salvar sus dedos.
El Sheriff Bill Gardner recuerda ese momento: “No tengo palabras para expresar la mezcla de jubilo, sorpresa y admiración por haber sobrevivido a tal experiencia. Los montañeros experimentados y los especialistas en búsqueda y rescate se miraban los unos a los otros, la gente se abrazaba y nosotros no podíamos creer que fuera verdad”.
“He leído cientos de informes sobre aludes, llevo 35 años dando clases de seguridad en la nieve, hace mas de 40 años que subo montañas, para mi es una de las historias de supervivencia mas extraordinarias que conozco” dice Chris.
“Para mi fue positivo porque me hizo ver la vida de otra forma, ahora soy mas fuerte de lo que era, y aprecio las cosas mucho mas que antes, como una casa calida y acogedora, y el amor de mi familia. Soy rico, y ya no necesito extraer oro de esa mina para ser rico, ahora se lo que significa ser rico, y yo lo soy”.
Documental “Avalanche: The White Death” (a partir del minuto 20:20 se relata la historia de Lester Morlang)
Fuente: “Avalanche: The White Death”, National Geographic 1999.
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